A lo largo del año 2020 los educadores fuimos protagonistas de algo inédito. En general, se ha valorado todo lo que se puso en marcha para hacerle frente a la novedad que tornó patas para arriba todas nuestras certezas y saberes. En ese derrotero vimos emerger a la superficie algunas tensiones que, si bien no implicaron una novedad, sí significaron tener que hablar de ellas, objetivarlas y pensarlas como condiciones propias de este tiempo. Voy a hacer referencia a cuatro tensiones, que son las que personalmente he sentido como evidentes, a riesgo de no abarcar la integralidad del escenario descrito. Para poner en contexto los aspectos que voy a desarrollar, debo aclarar que lo haré desde mi trayectoria como formadora de docentes para el Nivel Secundario (Institutos Superiores y Universidad). 1. los formamos para que sean estudiantes cada vez más autónomos, pero para eso nos necesitan allí, sosteniendo. 2. acompañamos al grupo-clase pero, también, individualizadamente a cada uno. 3. la tecnología no es la panacea, no resuelve todos nuestros problemas, pero de golpe se volvió un “oasis” en medio del desierto pandémico. 4. formamos parte de un entramado, trabajar con otros es mucho más que un marco de organización laboral