La evolución de la guerra como un mecanismo para la continuación tanto de la política como del dominio financiero-económico, por otras vías; en conjunto con las nuevas tecnologías, ha representado nuevos retos para aquellos Estados y pueblos que luchan por su soberanía, en momentos en los que la disputa intercapitalista entre los bloques unipolar y multipolar se ha profundizado. La proliferación de ciberataques, contra organizaciones y gobiernos, como un nuevo escenario de hacer-expandir la guerra: ciberguerra, y la integración de la tecnología neurocientífica para comprender la mente de los ciudadanos, ha traído un formato de conflicto no visible, pero más efectivo en términos de ampliar los límites operacionales, de las agencias y los comandos, de los estados imperiales por el acceso a recursos y medios de producción, a la vez que logran mermar y sabotear la capacidad de respuesta técnico-militar, ideológica y cultural de resistencia de aquellos estados-pueblos que son considerados enemigos y/o subordinados. Por tanto, la integración de la ciberguerra con las neurociencias, dan como resultado la neurociberguerra, la cual es la estrategia de disputa, desde el ciberespacio, a través del cual el globalismo unipolar perpetúa su hegemonía, monopolizando la tecnología, la comunicación masiva y digital, la ideología, la gestión global de la producción, la economía financiera-especulativa y las criptomonedas, con la meta de obtener la máxima rentabilidad y poder financiero.