Entre 1986 y 1993 se registraron 129 motines en Argentina, siendo uno de los epicentros la cárcel de “Caseros” (U.1) del Servicio Penitenciario Federal, en la cual un motín terminó con el régimen de encierro individual en celda. Desde entonces tres escenas: en 1993 jueces recorren la Unidad N° 1 y dictaminan “los internos tienen el dominio de la situación (…) grave falencia de disciplina y orden”. En 2000 se inauguran los Complejos Penitenciarios de Ezeiza y Marcos Paz con un régimen de aislamiento de 22/23 horas diarias en celda. Hacia el 2003 una Recomendación de la Procuración Penitenciaria alude a regímenes de Resguardo de Integridad Física (RIF), presos que viven aislados “por su [propio] pedido o por orden judicial, [en pos de] proteger su integridad”. En 2006 un 10% de la población penal vive en pabellones de RIF –refugio–, cifra que, con fluctuaciones, se sostiene en el tiempo. Atendiendo a la expansión de los pabellones de RIF nos preguntamos ¿Cuáles fueron los procesos a través de los cuales la segregación, el confinamiento en pabellón y el aislamiento individual se naturalizaron como regímenes de vida en las cárceles federales e incluso se constituyeron en una demanda de determinados presos?