La Actuación es un fenómeno artístico de presencia permanente en la cultura y el arte occidentales, que ostenta, sin embargo, un curioso y sostenido vacío teórico y crítico. Esta invisibilidad (muchas veces encubierta por la condena moral, religiosa y hasta económica infligida a los actores en todas las épocas), se debe en gran parte al problema que la Actuación le plantea, por su sola existencia, a las concepciones del cuerpo y de la acción en el seno de una cultura eminentemente logocéntrica. El trabajo propuesto tiene por principal objetivo plantear el terreno de la Actuación como un campo de relevancia dentro de los estudios del cuerpo en relación con las políticas culturales y artísticas presentes en nuestras sociedades. Para ello, nos proponemos caracterizar los lineamientos de la corporalidad propuesta por las manifestaciones actorales presentes en el campo teatral porteño durante el período 1880-1940. La propuesta es indagar en los fenómenos actorales de la corriente denominada popular, con su utilización y aprovechamiento de un cuerpo grotesco (en los términos propuestos por Mikhail Bajtin), y la contrapartida impuesta por la cultura oficial o dominante, con su intento de imposición de un teatro culto, portador de una corporalidad basada en los parámetros del decoro, la organicidad y el equilibrio, siempre en pos de la subordinación al texto dramático. Se indagará en cómo estas dos corrientes se mantuvieron en tensión a lo largo del período consignado, y cómo ambas influyeron en los lineamientos de las instituciones de formación para la Actuación (tanto públicas como privadas), aspectos que continúan activos aun en la actualidad. Intentaremos demostrar, a lo largo del trabajo, cómo el campo intelectual (de fuerte injerencia en el poder político durante más de la mitad del período estudiado) abogó por el desarrollo de un teatro culto que presentara un uso “civilizado” del cuerpo del actor en escena, en contraposición a las manifestaciones del teatro popular. Éste expresaba las prácticas corporales propias de los dos sectores sociales que la intelectualidad y el poder buscaban disciplinar: las clases populares rurales (cuyo exponente fundamental era el gaucho y el criollismo) y las incipientes clases populares urbanas (conformadas por inmigrantes europeos, que mayoritariamente habían pertenecido a su vez a las clases populares rurales de sus países de origen).