Las luchas sociales de un tiempo, de un momento histórico determinado, difícilmente pueden comprenderse sino se problematizan los nexos entre lo estructural y lo coyuntural materializados en las experiencias concretas. Intentar comprender las luchas sociales actuales, sin lugar a dudas requiere reconstruir la historicidad de esas luchas en los procesos políticos y económicos recientes y en las formas que adquieren los conflictos sociales en relación a los mismos. Pero además, toda reconstrucción se topa con interpretaciones posibles sobre dichos conflictos, y en ese sentido es necesario identificar y cuestionar las perspectivas que fundamentalmente desde las ciencias sociales disputan significados posibles de esas luchas sociales. La propuesta de este trabajo es rastrear las coordenadas estructurales en las que emergen y/o se resignifican ciertas formas de conflictos durante los años 90’, identificando continuidades y rupturas en sus formas de desenvolvimiento y en sus relaciones con el Estado. De esta manera, es necesario analizar críticamente dos grandes perspectivas que predominaron en sus formas de interpretación: aquellas nucleadas alrededor de la noción de clases sociales y aquellas centradas en las nociones de movimientos sociales y acciones colectivas, revisando sus concepciones sobre las relaciones entre economía y política, sus maneras de entender las prácticas en relación a los procesos y por lo tanto las implicancias políticas de sus modos de abordar las crisis y las posibilidades de cambio social. Las experiencias concretas en las que se ancla dicho análisis son las luchas sociales por la tierra urbana, expresadas en las tomas de tierras y en las relaciones que entablan lxs sujetxs que las protagonizan con el Estado capitalista. Desde esta perspectiva, la lucha de clases lejos de ser el trasfondo de las acciones colectivas (Svampa, 2005) o una lente desde donde comprender a los movimientos sociales (Viguera, 2009) o directamente un vestigio superado por la dinámica de los ciclos de protesta social (Schuster, 2001), es el proceso social fundamental cuyas formas concretas posibilitan la construcción de identidades y prácticas políticas conflictivas, que disputan en y al Estado capitalista modos de organizar relaciones sociales básicas, tales como las de la propiedad y el uso social del espacio urbano. En este sentido, cabe preguntarse por las continuidades y rupturas de las luchas sociales por la tierra urbana, antes y luego de la crisis del 2001, analizando experiencias concretas y discutiendo interpretaciones posibles de sus implicancias políticas en las configuraciones estatales y de las prácticas políticas de los sectores subalternos en relación a éstas luchas sociales.