Hacia 1922, una vez finalizados los años de convulsión social signados por un movimiento sindical ya debilitado y aplacado, la Liga Patriótica, organización parapolicial creada por la élite en Enero de 1919 durante la represión que el gobierno yrigoyenista junto con las clases dirigentes llevaron a cabo contra los obreros en la denominada Semana Trágica, se vio forzada a mermar en sus acciones violentas y patoteriles contra los trabajadores y organizaciones de izquierda. Por otra parte, y luego de protagonizar los violentos acontecimientos de los talleres Vasena, Las Palmas, la Patagonia, entre otros, la Liga se había ganado una mala reputación que era desfavorable a la imagen de muchas personalidades políticas ligadas a ella, y que evidentemente debía revertir. En tal sentido, se dio a la tarea de llevar a cabo una serie de obras caritativas y programas de bienestar en conjunto con organizaciones similares, entendidas por ellos como una misión cristiana y patriótica, cuyo fin fue el de cooptar a aquellos trabajadores antes reprimidos, y dar de este modo a los inmigrantes un lugar nuevo en su proyecto de nación. Esta doctrina fue denominada Humanitarismo Práctico, y se constituyó como nueva arma pacífica para combatir a la izquierda y sus elementos disolventes, en favor de la defensa de la nación, el orden y el statu quo. A este respecto, lo que se intentará es, primeramente, establecer el proyecto político de la Liga para luego analizar cuáles fueron los diversos métodos con que la Liga buscó integrar a las masas trabajadoras al mismo, en un nuevo contexto político y económico. Asimismo, se podrán evidenciar ciertas rupturas y continuidades de tal proyecto con aquellos de los nacionalistas del Centenario, por un lado, y con los referentes de La Nueva República, por el otro, específicamente en lo tocante a la cuestión inmigratoria.