La historiografía de los últimos años ha comenzado a otorgar un papel cada vez más relevante a ciertos fenómenos relacionados con las prácticas y las representaciones simbólicas para abordar distintas dimensiones de lo político. En este sentido, las movilizaciones y los rituales políticos constituyen un aspecto privilegiado para reconstruir la trama de sentidos puestos en juego por una diversidad de actores cuya intervención adquirió un carácter eminentemente político, más allá de que esa participación no se canalizara en mecanismos institucionales de expresión de su voluntad. En el caso de la Unión Cívica Radical (UCR), agrupación política que se mostraría férreamente opositora a los gobiernos del Partido Autonomista Nacional (PAN) en la década de 1890, esa dimensión de la cultura política parece estar ausente de la mayor parte de los trabajos históricos, que han puesto el foco más bien en aspectos relacionados con sus bases sociales o su estructura institucional. En este trabajo nos proponemos abordar precisamente algunos de esos aspectos -ahora fundamentales para la nueva historia política de la Argentina del cambio del siglo XIX al siglo XX- para lo que podemos llamar el “primer Radicalismo”: esto es, la fuerza política que se constituyó primero al calor de la crisis de 1889-1890 y del alzamiento cívico-militar conocido como revolución del Parque, escindiéndose un año después de otra facción de la elite para lo cual adquirió el nombre de UCR, participó de elecciones en la ciudad de Buenos Aires y llevó adelante nuevas acciones armadas en distintas provincias, hasta su virtual disolución en el segundo lustro de la década, producto de nuevas luchas facciosas. Concretamente, el análisis se centrará en la significación que tuvo en esos años para los hombres del primer Radicalismo la conmemoración de la revolución del Parque en Buenos Aires. Esta práctica anual, promovida por la dirigencia y la prensa radical y en la cual participaban miles de personas para cada ocasión, adquirió prontamente un carácter ritualizado, al tipificar la más tradicional procesión cívica callejera, pero otorgándole un nuevo sentido relacionado con el mito de la Revolución, los “mártires-caídos”, los “ciudadanos-soldados”, todos ellos elementos de una verdadera liturgia política que llegó a sacralizar la acción pretérita, legitimando así la del presente. La hipótesis que sostenemos es que este ritual conmemorativo contribuyó a fijar un conjunto de mitos y símbolos que se revelaron como fundamentales para la construcción de una identidad política novedosa y de de notable fortaleza.