El 24 de marzo de 1951, el entonces presidente argentino Juan Domingo Perón anunciaba que en el país se habían logrado realizar reacciones termonucleares controladas. El éxito había sido alcanzado por el físico austríaco Ronald Richter, quien había contado con un gran apoyo estatal para llevar a cabo, desde 1949, el Proyecto Huemul. Creemos que desde el momento del anuncio, se hacen claramente visibles todas las contradicciones y diferencias que alimentan un campo científico. En ese sentido, nuestro propósito será indagar cuál ha sido la postura de la revista Ciencia e Investigación ante las diversas políticas científicas que el gobierno peronista adoptó durante aquellos años. La publicación había sido creada en 1945 por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, una organización fundada por el doctor Bernardo Houssay y otros científicos, que se encargaba de otorgar becas y subsidios para investigaciones además de discutir el rol del hombre de ciencias en la sociedad. Lo que vemos son dos sectores en disputa: por un lado, el de los científicos tradicionales (nucleados en ámbitos universitarios) que, entre otras iniciativas, vuelcan sus ideas e intereses en la revista Ciencia e Investigación. Por el otro, la nueva concepción de la ciencia que comenzó a surgir a nivel global en aquellos años: la Big Science, representada por un aumento de la escala y, principalmente, por serle funcional al Estado nacional. En definitiva, la ciencia dejaba de ser un fin en sí mismo para convertirse en un medio para alcanzar otro tipo de objetivos. Con las políticas llevadas a cabo por el gobierno peronista (entre ellas, traer científicos desde la Europa de posguerra y asignarles recursos para llevar adelante proyectos) se dio impulso a la transición desde un modelo científico al otro, conllevando así todo tipo de contradicciones dentro del mundo científico argentino. Siguiendo el concepto de “campo científico” construido por Pierre Bourdieu, buscaremos comprender las relaciones de dominación que se dan en su interior. Lo que estaba en discusión eran las normas científicas vigentes: las tradiciones dominantes intentaban defenderse, recurriendo al arte tradicional del científico, ante la creciente intromisión del Estado en sus prácticas. La revista Ciencia e Investigación, a través de sus editoriales, nos servirá para comprobar qué estrategias adoptó ese grupo para mantener su posición dominante.