Estas líneas se proponen analizar el juego en la ciudad de Buenos Aires de fines del Siglo XIX y los primeros años treinta. Durante el período 1890-1902 se sancionan en la Ciudad de Buenos Aires una serie de leyes sobre juego que redefinen las pautas de legalidad hasta entonces admitidas en el ámbito urbano. La prohibición del Maltratamiento de Animales (1891) -que prohíbe las riñas de gallos- , La Ley de Lotería de Beneficencia Nacional (1895) –que consolida la institución de la lotería- y la Ley de Represión del Juego (1902) –que habilita el allanamiento de domicilio- garantizan el monopolio del juego legítimo y asignan a la Policía de la Capital nuevas funciones en relación a un estado más cristalizado y complejo, que renovará sus formas de administración, de recaudación, de asistencia y de definición de lo legal. El juego, sin embargo, no solo conforma un aspecto prohibido dentro de la Ciudad de Buenos Aires de principios del siglo XX sino un modo de entretenimiento clave en la vida porteña. En sintonía con algunas metrópolis europeas, Buenos Aires en el cambio de siglo, cuenta con dos hipódromos en los que se corren carreras en pistas circulares denominadas “a la inglesa” a los que asisten un número significativo de concurrentes: el Hipódromo Nacional, situado en el barrio de Belgrano, y el Hipódromo Argentino, ubicado en Palermo. El Hipódromo Argentino de Palermo, fundado en 1879 por un núcleo de irlandeses, pertenecerá luego al Jockey Club -a partir de su creación en 1882- y definirá el rostro de la sociabilidad porteña hasta nuestros días. Por otra parte, los sorteos de la Lotería de Beneficencia Nacional se convertirán en un verdadero furor urbano y una sustancial fuente de financiamiento. Si se observa de cerca, el vínculo entre la Lotería de Beneficencia Nacional y la gestión pública encuentra un carácter zigzagueante tanto en el organigrama estatal como en el universo cultural de la ciudad. Aquí pretendemos mostrar diferentes aristas del escenario del juego en Buenos Aires: el de las costumbres que se consolidan -las visitas al hipódromo, los sorteos de la Lotería de Beneficencia Nacional, sus billetes y numeritos- y el de las apuestas ilegales que a pesar de ser perseguidas por la policía de la Capital se mantendrán, “camufladas”, permitiendo reconstruir un universo cultural legal-ilegal, marcado de zonas grises.