Desde el principio de la consolidación de la colonia, el espacio geográfico denominado “Cordillera de los Chiriguanos” se encontraba habitado por diferentes grupos étnicos englobados bajo la denominación genérica de Chiriguanos. Tanto la utilización de esta denominación genérica como su identificación con un espacio geográfico fueron el resultado del tipo de relaciones que predominaron entre estos pueblos y la sociedad colonial. En este sentido, si bien existían intercambios de maíz y esclavos por herramientas tras el fracaso del Virrey Toledo (S. XVI) en su intento de realizar una invasión a gran escala de la región, esta se erigió como una barrera frente al avance del control hispánico. Por otra parte, si bien se realizaron tempranos intentos de colocar misiones en la región, estas tuvieron un relativo crecimiento recién a mediados del siglo XVIII. Dicho crecimiento ha sido interpretado de diferentes maneras a veces desde perspectivas historiográficas comunes. Por un lado están las interpretaciones que colocan a las misiones como símbolos de un estado de dominación latente y que reflejaría la progresiva perdida de autonomía de la sociedad donde se instalan frente a la sociedad estatal. Por otra parte, interpreta el rol de las misiones y de los misioneros como mediadores entre diferentes sociedades, a veces legítimos predicadores de la fe, a veces garantes de las propiedades de los indígenas frente al avance colonial o meros idealistas utilizados por los indígenas en su propio beneficio. El propósito de este trabajo es analizar las diferentes posiciones y líneas historiográficas de donde provienen para ensayar una hipótesis sobre el tema.