La asociatividad para el trabajo se establece a partir de sujetos trabajadores con explotaciones económicas gerencialmente independientes, con relativa autonomía financiera, articuladas a un proyecto empresarial construido colectivamente. La construcción colectiva es un reto en los marcos del capitalismo, pues la ideología individualista, la proclama constante del empresario exitoso, proactivo y competitivo hacen de sujetos empresariales una especie de personalidades aparte del mundo laboral. Lo anterior, sumado a la discriminación laboral y social convierte los sujetos empresariales en extraños y contradictorios, desconocidos como miembros de una comunidad productiva. La construcción de confianza y la acción colectiva, dos presupuestos de la asociatividad de las MIPYMES, micros, pequeñas y medianas empresas, se deteriora con el espíritu individualista, discriminante y competitivo, impidiendo proyectos conjuntos innovadores, únicos que pueden permitir el crecimiento humano, técnico, dialogante con la naturaleza, sin afanes depredadores desmedidos de la misma, de forma que la unión de esas economías independientes constituya la fuerza cambiante, vigilante y de sobrevivencia colectiva: un cardumen empresarial; resiliente, innovador, crítico y proponente, con movimientos innovadores rápidos, pero sin desarticularse como colectividad. Ejemplos aproximativos en Bogotá-Colombia: la joyería y la las redes informales de arreglo de autos en Bogotá.