El levantamiento del “Chacho” Peñaloza en el noroeste argentino puso a Sarmiento, por aquel entonces gobernador de la provincia de San Juan, frente al dilema sobre qué camino seguir para consolidar el proyecto civilizador frente a la barbarie de los caudillos remanentes ya que lo enfrentó a la disyuntiva de respetar y mantener las instituciones republicanas, que eran consideradas como el medio por excelencia de gobierno, o suspenderlas, momentáneamente al menos, en vistas de combatir la montonera del interior, la cual representaba los últimos vestigios del pasado tumultuoso que debía superarse definitivamente, pero aún persistía, por lo tanto, dicho alzamiento debía ser erradicado en su totalidad con el fin de demostrar el avance inexorable de la civilización frente a la barbarie. El eje del problema giró en torno al posicionamiento de Sarmiento como defensor de la civilización, tarea para la cual acudió a medios, similares al menos, de aquellos enemigos que decía combatir; en última instancia, buscaba erigirse como un líder republicano sin convertirse en un tirano.