El agotamiento del fordismo y el giro al neoliberalismo tuvieron impactos fundamentales en el aparato productivo nacional. En la industria de la indumentaria, tal giro se vio reflejado en el traslado de la producción de las fábricas a talleres de confección tercerizados. Contrariamente a lo que se suele argumentar, la pérdida de puestos de trabajo formales y el cierre de fábricas grandes y medianas no comenzaron –ni fueron más agudos– en la década de 1990, sino que son procesos cuyo origen se encuentra en la desindustrialización iniciada a mediados de los 1970. Es necesario repensar las causas de la “desindustrialización” del sector, cuestionando el protagonismo de las importaciones y señalando tanto el rol de la caída del consumo como las estrategias de adaptación del capital local a las transformaciones estructurales del capitalismo como causas centrales del proceso. En otras palabras, a pesar de la falta de estadísticas confiables, hay claros indicios de la existencia de un proceso de informalización de la mano de obra, en el que la tercerización como estrategia del capital local llevó a una pauperización de las condiciones laborales que encuentra su máxima expresión en los denominados “talleres clandestinos”.