Los desarrollos del estructuralismo han sido centrales para pensar a las culturas como órdenes simbólicos; esto es, como sistemas axiológicos y clasificatorios que permiten la comunicación y la reproducción de los sujetos y los grupos. Dar cuenta de la estructura de valores que se encuentra en el corazón mismo de cada sociedad es entonces una tarea ineludible al momento de caracterizar cualquier conjunto social puesto que, desde esta perspectiva, lo simbólico es su verdadera infraestructura. ¿De qué modo se producen y se re-producen las jerarquías valorativas, aquello que cada sociedad postula como lo más valioso y aquello que postula como lo más despreciable? La presente ponencia se propone reflexionar sobre el rol fundamental que cumple el sistema penal (específicamente la administración de justicia) en la producción y re-producción de la estructura de valores, problematizando particularmente la tan difundida y poco cuestionada aserción de que la vida es el valor más alto a proteger en las sociedades contemporáneas.