Cualquier sea la ciudad de la que se trate, existen siempre diferentes formas para trasladarse de un punto a otro, para moverse por los distintos puntos de una ciudad: en auto, moto o bicicleta, tren, subte, o bien a pie. Caminar, moverse a pie tiene con respecto a los diferentes medios de transporte una singularidad que lo distingue del resto: el peatón es su propio vehículo. No sólo el cuerpo es objeto del traslado sino que el cuerpo mismo, el objeto trasladado, es el medio de transporte. Caminar, convertirse en peatón es transformarme uno mismo en su propio vehículo. En la ciudad de Buenos Aires esa conversión tiene, si se quiere, un suplemento: el peatón no sólo convierte a su propio cuerpo en su vehículo sino que, además, lo transforma en un arma legítima de negociación. El presente trabajo intenta indagar la forma en la que el espacio público: calles, veredas, plazas, etc. es producido, mientras caminamos, como un espacio continuamente negociado.