Hace ya muchos años el filósofo Carl Hempel, en un momento en el que la literatura sobre idealización en ciencia era mucho más escasa que en nuestros días, trazaba una interesante distinción entre lo que denominaba las idealizaciones teóricas y las idealizaciones intuitivas. Mientras las primeras, según él, dependían de la existencia previa de sistemas teóricos, formulados con precisión y usualmente confirmados empíricamente, las idealizaciones intuitivas se basaban en datos y principios más vagos, formulados de manera imprecisa y con escaso apoyo empírico comprobable. Además, estipulaba que las idealizaciones teóricas eran características de las ciencias naturales más desarrolladas, mientras que en las ciencias sociales casi todas las idealizaciones, exceptuando algunas específicas de la Economía, eran intuitivas. Lo interesante de esta distinción es que esta diferencia de grado en el tipo de idealización no parece depender directamente de la proximidad o distanciamiento respecto de un sistema real. En forma reciente el problema de la idealización se asocia con el problema de explicar de qué manera un sistema de reconocida falsedad, o representativamente inadecuado, puede proveer conocimiento acerca de nuestro mundo. En este trabajo pretendo analizar la factibilidad de producir un concepto de idealización no definido en términos de falsedad, representación incorrecta o a partir de cierto compromiso con esencias, abriendo otras perspectivas para abordar esta problemática.