En el presente escrito desarrollaremos la construcción del espacio íntimo de los otaku, allí donde transcurre parte de su subjetivación y relación con sus pares: el dormitorio. Pensamos a la habitación del fan-otaku como centro de la actividad social y placentera, territorio marcado por los bienes culturales que denotan un consumo y una pertenencia a una comunidad determinada. Como menciona Paul B. Preciado en su libro Pornotopías, en el cual realiza un análisis de la arquitectura propuesta desde la revista Playboy, proponemos plantear un paralelo entre el dispositivo farmacopornográfico de la cama-habitación-oficina de Hugh Hefner y la habitación del otaku. También, se intentará afirmar que la habitación otaku es una interfaz de excitación y trabajo, un refugio abierto las 24 horas del día, los 7 días de la semana, correspondiéndose con una lógica de expresión significante sin interrupciones. Esta subjetividad se hace visible a través de publicaciones en redes sociales como instagram, bajo las etiquetas “otakuroom”, “waifu”, “husbando”, “habitación otaku”, “dormitorio otaku”; los otaku dan a conocer parte de su espacio privado, siempre en sus dormitorios, mediados por el régimen del dispositivo, indicando como y que se puede enunciar.