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La dimensión política en las relaciones entre el Estado Romano, el cristianismo y las herejías
Sergio Damián Vitella.
XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.
  Dirección estable:  https://www.aacademica.org/000-010/60
Resumen
El proceso de institucionalización del cristianismo sobre las estructuras político-administrativas del Imperio Romano señala una interesante combinación dialéctica entre un poder religioso devenido en político y un poder profano que lo alberga en pos de que aquel se constituya en el soporte ideológico de la unidad política del imperio. Esta situación se fue corporizando luego de la victoria de Constantino sobre Majencio (312) y sobre Licinio en Adrianópolis y Crisópolis (324). Una vez que Constantino quedó como único señor del imperio las relaciones entre la Iglesia Cristiana y el Estado Romano se estrecharon cada vez más. El cristianismo, que ya se había ido organizando en torno a sedes episcopales por toda la geografía imperial luego de la muerte de Jesús, busca a través de estos obispados espacios de poder en el mundo romano. Teniendo en cuenta este escenario, el objetivo del trabajo es destacar cómo la dimensión política de las relaciones entre el Estado Imperial y la Iglesia Cristiana en el siglo IV hizo de esta última una institución política que viabilizaba no sólo la vida de los cristianos en la sociedad de la época, sino también como protegía sus propios intereses políticos. Esta situación se puede corroborar en las disputas teológicas que protagonizaron las Iglesias de la cristiandad imperial en su conjunto y que diferentes concilios trataron de resolver apelando a una la intervención imperial interesada en lograr estabilidad política. Esto fue así dado que las herejías, consideradas errores doctrinales (como el arrianismo), no solo alentaban enfrentamientos sociales en las ciudades imperiales (Antioquía, Alejandría, Milán, Constantinopla, Nicomedia, etc.), sino que también generaban inestabilidades. Por eso es importante abordar históricamente a “los errores doctrinales”, situarlos en su contexto y analizar su proyección política y social porque la creencia religiosa adoptada por el Estado Romano, no solo condicionaba la salvación de los individuos y de la sociedad romana, sino también la propia prosperidad o decadencia del Imperio Romano. En suma, los esquemas mentales asociados a los períodos históricos son el resultado de la propia acción social de los hombres interdependientes. Por eso la Iglesia y el Imperio deben ser apreciados como formas institucionales que viabilizan la vida en sociedad, es decir que la propia iglesia comenzó a actuar y a ser parte de la sociedad que los hombres (iglesia incluida) supieron construir.
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