El s. XXI, abrió nuevos desafíos a la hora de pensar la relación entre elites y desigualdades. Las transformaciones socioeconómicas orientadas hacia una distribución más equitativa de la riqueza social que atravesaron nuestra región en la primera década, lograron una disminución de la exclusión que no se tradujo en un avance concreto en términos de igualdad. En tanto las bases estructurales de las inequidades persistentes, se mantuvieron en gran medida inalteradas. En la región más desigual del mundo se consolidan situaciones de vulnerabilidad social y económica, a veces extremas, con economías financiarizadas y primarizadas. Y con políticas tributarias regresivas, que persisten desde hace décadas. Asimismo, vemos surgir y reaparecer manifestaciones simbólicas, representaciones y creencias que legitiman desigualdades e inequidades a partir de la construcción de formas de sentido común y ejes axiológicos que se expanden a través de la estructura social. Y que se traducen políticamente, en apoyos populares a manifestaciones políticas que legitiman lo anterior y que cuestionan las instituciones democráticas. La pandemia por el COVID-19 agravó esos escenarios críticos y la concentración de la riqueza se profundizó de manera ostensible. Según datos de la organización OXFAM Internacional, en 2020 la riqueza de las 73 personas más ricas de la región aumentó 17% desde que se inició la pandemia y han aparecido nuevos mil millonarios. Esta caracterización estructural, a la cual se suman narrativas, discursos y creencias que la legitiman dificultan tanto la acción de los gobiernos y coaliciones redistributivas, como de experiencias alternativas. Este panorama nos interpela sobre las rupturas y continuidades en los procesos de configuración de las elites y sobre nuestros modos de abordarlos. Esta mesa busca abrir el diálogo sobre las maneras en que, desde distintos abordajes empíricos, análisis con perspectiva latinoamericanas y trabajos comparativos.