En 1960, la Universidad de Costa Rica (UCR) estableció como requisito de ingreso un examen de admisión, que evaluaba los conocimientos y habilidades de quienes aspiraban a cursar una carrera en esa institución de educación superior. Por la forma en que fue estructurado, ese examen discriminó a favor de quienes se habían graduado de la segunda enseñanza en colegios urbanos, de modalidad académica y diurna; además, tuvo un importante sesgo de género, puesto que los niveles de aprobación de las mujeres fueron inferiores a los de los varones. Rápidamente, dicha prueba se convirtió en una fuente de conflictos no solo con los estudiantes, sino con los padres de familia y diversos sectores de la sociedad civil. En respuesta a esas demandas, la UCR modificó su política de admisión para ampliar el ingreso.