Al calor de la crisis ambiental, numerosos movimientos sociales se han manifestado en torno a las consecuencias negativas del sistema productivo global, que se ha puesto en cuestión transitoriamente por los efectos del Covid-19. En este marco de excepción, las fronteras y economías se cierran, al tiempo que se decretan aislamientos, distanciamientos, y actividades esenciales. En poco tiempo, los modos en que vivimos fueron puestos en suspenso dando luz a sus contradicciones, y re-abriendo debates en torno a la/s pandemia/s como síntoma/s de una crisis mayor, ecológica y civilizatoria. Frente a la dicotomía ‘economía o salud/ambiente’, a escala nacional se profundizan los extractivismos, al tiempo que, en las ciudades, se percibe un crecimiento importante en la circulación de la agroecología como expresión de producción y alimentación saludable. En tanto procesos contradictorios, el presente trabajo se propone analizar los avances, disputas, y tensiones, en torno a la institucionalización de la agroecología a partir de la legislación vigente y los discursos de productores, uniones, y redes de comercio justo. Nos preguntamos hasta que punto se constituye en una alternativa al sistema agroalimentario como ciencia, disciplina, movimiento social, o sello distintivo de productos agropecuarios y cuales son los escenarios posibles.