En Argentina, la desaparición forzada de personas fue el modo de producción de la muerte por excelencia de la dictadura genocida. La desaparición -como tecnología de represión- posee un doble propósito; por un lado, paraliza a todos los que se oponen al régimen, multiplicando el terror y, por otro lado, garantiza a los perpetradores la impunidad de sus crímenes, por vía del ocultamiento de los cuerpos de los asesinados. La opción argentina de enfrentar el pasado de violación masiva y sistemática de derechos humanos, si bien es considerada extraordinaria en términos de justicia implica, no obstante, un cierto sacrificio de la verdad, especialmente frente al fenómeno de la desaparición forzada de personas. La desaparición pone en evidencia entonces la incapacidad de la justicia para afrontar el fenómeno de los desaparecidos. El reclamo de aparición con vida -como exigencia de verdad- resulta imposible de ser absorbido por las instituciones judiciales, aún cuando exista condena por dichos crímenes. El ingreso campo al jurídico implica asimismo la aceptación de sus reglas; una de las principales consiste en que el juicio no busca la confesión del acusado. De esta manera, la producción de verdad del derecho encuentra su límite allí donde el acusado decide callar y mantener el pacto de silencio.