La letra de Horkheimer, que además de su valor histórico porta el sello de lo permanentemente inquietante, acierta con uno de los problemas axiales de la ética actual al postular la inderivabilidad de los principios de fundamentación universales (Schnädelbach). Por otro lado, y de la mano de la bifrontalidad contenida en el concepto de razón (Kant), el iluminismo crítico intenta poner en primer plano la significación productiva y emancipadora de la razón, sin permitir ceder ante la tentación de acomodarse en la recepción acrítica de las consecuencias de la ilustración, o ante el quedar atrapada en los beneficios del aspecto improductivo del intelecto: la formalización del sentimiento o la funcionalización de la razón. La de Horkheimer es una filosofía moral del sentimiento y como tal, reconoce un antecedente inmediato en propuestas de Schopenhauer y Nietzsche, aunque enlaza también con el último Weber. Es indiscutible que no fue propósito explícito de Horkheimer construir una filosofía moral; pero también lo es el hecho de que la puesta en práctica de la denominada primera teoría crítica, construye un diálogo con las filosofías morales del idealismo alemán lo suficientemente fructífero como para posibilitar desde allí la reconstrucción de su propia propuesta.