La ponencia plantea que la relación entre las concepciones propias del Estado Moderno y el fenómeno social de los linchamientos, encierra diversas tensiones. Los linchamientos implican el despliegue de violencia colectiva de origen no estatal que tiene por el objeto castigar a supuestos responsables de la comisión de acciones, que son reprochadas por quienes participan del ejercicio de esta violencia. De este primer acercamiento a la descripción de lo que se entiende por linchamiento ya se observa que aparecen dos elementos que tensionan las concepciones propias del Estado Moderno. En primer lugar los linchamientos implican el ejercicio de violencia por un colectivo sin que esta encuentre su fundamento u origen legitimante en el Estado, cuestión que se contradice con lo predicado por Max Weber en el sentido de que la violencia sería el medio monopólico y típico del Estado para ejercer sus funciones, medio que le daría su carácter al Estado, en tanto este se definiría por sus medios y no por sus funciones. En segundo lugar el hecho de que los linchamientos tengan por objeto la sanción de ciertas acciones, las que son reprochadas por el colectivo que ejerce la violencia, implica que se cuestiona también el monopolio del Estado como ente que define, dirige y promueve el castigo de toda acción reprochable por el colectivo, es decir se pone en entredicho la exclusividad del Estado en tanto productor de normas que procesen los conflictos entre los individuos y el colectivo. De acuerdo a lo señalado los linchamientos representan, al menos en los dos sentidos antes aludidos, una subversión del orden social propio de los Estados Modernos y en este sentido constituyen un fenómeno digno de estudio.