En un artículo publicado en la edición del 15 de Septiembre de 2009 del diario Página 12 a propósito del 25º aniversario del Informe de la CONADEP, el Dr. Ramón Torres Molina, presidente del Archivo Nacional de la Memoria, ofrece las cifras oficiales de víctimas del Terrorismo de Estado hasta esa fecha: 7140 desaparecidos, 1336 ejecutados sumariamente y 2793 liberados de centros ilegales. Estas estadísticas, tal como lo ha hecho notar Hugo Vezzetti en su artículo “Usos y límites de la figura de ‘genocidio’”, indican una tasa de supervivencia, para el caso argentino, muy superior a la de otras experiencias concentracionarias –alrededor de un treinta por ciento para nuestro país contra cinco por ciento, en el mejor de los casos, para el caso paradigmático de los campos de concentración nazis. Los alcances de esta constatación, cuando se piensa en construir conocimiento sobre la experiencia argentina, son muy grandes: abarcan desde una reflexión acerca de las categorías a partir de las cuales se piensa el plan represivo puesto en marcha durante la última dictadura militar hasta el redimensionamiento de los objetivos y las implicancias últimas del mismo. A través de la comparación de las experiencias de violencia extrema de tipo concentracionario puestas en práctica en nuestro país y en la Alemania nazi, el siguiente trabajo se propone establecer una serie de especificidades del caso argentino que, alejándose de algunas categorías y esquemas acuñados al calor de las agenda jurídico-política de la primeros años de la posdictadura, permitan la construcción de un conocimiento más acabado sobre la experiencia concentracionaria en Argentina.