El nuevo auge extractivista en nuestro continente es consecuencia de la crisis del neoliberalismo, así como de las búsquedas de caminos posibles para superarla. Si analizamos los casos de Brasil y la Argentina, muchos autores coinciden en caracterizar el modelo como “neoextractivismo progresista” o “neodesarrollismo”, con rasgos coincidentes con los del extractivismo del neoliberalismo de guerra, como la lógica de enclave, el predominio de empresas transnacionales, los graves daños ambientales y sociales que acarrea, la escasa generación de trabajo directo e indirecto y el uso de insumos y tecnologías extranjeros; y otros que los diferencian, como una mayor intervención y regulación económica por parte del estado “neoextractivista progresista”, que le permite apropiarse de una parte de la renta generada por las actividades extractivas que se destina a planes y políticas sociales de mayor extensión social. Teniendo en cuenta estas características generales, en esta ponencia nos referiremos a las novedades del neoextractivismo en la Argentina que han quedado de manifiesto durante el último año: en la obtención de hidrocarburos, la explotación de yacimientos no convencionales, conocida como fracking o fractura hidráulica, cuya propuesta de desarrollo es consecuencia de la necesidad de expandir la frontera hidrocarburífera; en el ámbito de los agronegocios, las nuevas inversiones de la semillera transnacional Monsanto, el proyecto de nueva ley de semillas y la actuación de la justicia ordinaria frente a las consecuencias sociales y ambientales de las fumigaciones con agrotóxicos; y los avances organizativos de las provincias mineras junto con las estrategias de represión y criminalización implementadas para continuar con los intentos de imponer la megaminería a cielo abierto en diversas regiones del país.