Los estudios sobre la comida, y en particular de las maneras en que se integra en hábitos alimenticios, representan una interesante aproximación a la interacción entre lo social y lo biológico, en una práctica tan cotidianamente ineludible como el comer. Se parte de una perspectiva que pretende complejizar la dicotomía mente-cuerpo, y que contribuye a difuminar la frontera. El ejercicio del comer, incluida la delimitación de lo que se come, adquiere formas que están sustentadas sobre factores que trascienden al mero sustento de la vida; múltiples elementos confluyen en la formación de una dieta: aspectos económicos, sociales, culturales, políticos, religiosos, médicos, etc., siendo el peso de cada uno variable de caso en caso. Los objetivos perseguidos como resultado de la ingesta de ciertos alimentos son muy diversos. Todos se encuentran atravesados por los efectos de la alimentación sobre la composición y/o conformación de los cuerpos, de tal forma que la comida se pone en una relación funcional donde se esperan ciertos resultados (que se evidenciaran sobre el cuerpo) a partir del comer ciertos alimentos. La delimitación de una dieta y el consumo efectivo de los alimentos y las preparaciones allí incluidos supone una decisión acerca de cómo vivir, lo cual incluye directamente un proyecto sobre el propio cuerpo. La agencia del individuo sobre su dieta abre la puerta a la formación de cuerpos contra hegemónicos, basados en prácticas alimenticias particulares. El presente trabajo aborda algunos casos de vegetarianismo y anorexia en América como proyectos políticos enfrentados a los preceptos contemporáneos dominantes sobre lo bello y lo saludable, aplicados al cuidado y formación del cuerpo; en otras palabras, como ejemplos de la existencia de vías para la constitución de cuerpos disidentes.