Desde el retorno de la democracia en Argentina en 1983 las Fuerzas Armadas fueron consideradas como objeto de estudio y propuestas programáticas, principalmente, desde la dimensión de los derechos humano y la definitiva subordinación de ellas al poder político, lo que incluía el imprescindible juzgamiento de lo actuado por la última dictadura, la depuración de los personajes implicados en los casos de violaciones de los derechos humanos, o de quienes seguían comprometidos con comportamientos reñidos con la vida democrática y el Estado de Derecho. Fuera de estas cuestiones, por otro lado, centrales para la reconstitución de la sociedad y la viabilidad de la convivencia en su seno, no se estableció una clara agenda propositiva respecto del modelo de Fuerzas Armadas que se deseaba para la nueva etapa del país, y recién el tema comenzó a ser considerado a partir del 2005 con la llegada a la titularidad del Ministerio de Defensa de Nilda Garré. Desde la Segunda Guerra Mundial, pero especialmente a partir de la revolución tecnológica acaecida desde la década de 1970, la guerra, y por lo tanto, el contenido de la profesión militar que tiene como finalidad dar una respuesta a ese fenómeno, viene sufriendo transformaciones tan profundas, que no sólo implican asimetrías enormes entre las naciones, sino que con la reciente llegada a los campos de batalla de sistemas crecientemente robotizados, comienza a redefinirse hasta la presencia futura de los mismos seres humanos en ellos. El impacto tecnológico en las actividades militares es de una magnitud tal que debe ser especialmente considerado a la hora de pensar, planificar e implementar un nuevo modelo de Fuerzas Armadas para Argentina, el cual, simultáneamente, deberá conjurar los males del pasado, y brindar una efectiva protección a los intereses nacionales en el contexto nacional, regional e internacional actual.