Los cambios generados por la Segunda Ola Feminista durante los años '60 y '70, han modificado sustancialmente la vida de las mujeres en la mayoría de los países occidentales. Es por ello que, progresivamente, los discursos relacionados con la igualdad y un equilibrio más justo entre varones y mujeres se han ido instalando en la sociedad como legítimos. Sin embargo, ciertas representaciones 'tradicionales' en torno al género parecen encontrarse internalizadas de modo tal que tienden a dificultar la validación de sentidos emergentes en torno a ser varón y ser mujer. Esta durabilidad de las representaciones tradicionales da cuenta de lo que Wainerman llama 'revolución estancada' (2007). Dicho concepto refiere a que aún cuando los avances en la organización de los espacios sociales y familiares es notable, ciertas condiciones objetivas en las que se gestan los habitus de los agentes parecen contribuir a ralentizar los cambios en las regulaciones relativas al género. La tensión que se genera entre la vigencia de representaciones tradicionales y la emergencia de otras más innovadoras coadyuva a reproducir una suerte de incomodidad que en nuestro trabajo denominamos disconfort de género (Martínez, 2010). Dicho disconfort se evidencia en los discursos y tiende a disminuir o aumentar en el marco de condiciones objetivas específicas. Esta ponencia es producto de un estudio llevado a cabo entre 2007 y 2011 en el que se analiza la relación de las representaciones de las normas de género en varones y mujeres, y su relación con las condiciones objetivas de existencia.