La experiencia de desarrollar, cada año, las cátedras finales — Taller Docente III y IV— de la formación de los Profesores en Sociología de la Universidad Nacional de San Juan, instala, reiteradamente, la valoración ética sobre las condiciones para habilitar al alumno, mutándolo en 'profesor'. En cada ciclo lectivo pusimos en cuestión algunos 'nudos' en el proceso de formación docente tales como la evaluación, la práctica/residencia como acto de aprendizaje, el tópico de para quién y para qué formamos. Cuestiones sobre las cuales seguimos re-debatiendo y que nos habilita a considerar que el aprendizaje más consistente que hemos logrado —docentes y alumnos— en los diez años que llevamos en las cátedras, se refiere al peso sustancial que la formación en la disciplina aporta al desarrollo de la formación como docente: si el conocimiento sociológico no está incorporado, el futuro docente sólo 'juega' con algunas herramientas didácticas pero no enseña. En el proceso de diseño del nuevo plan de estudios nos propusimos otorgarle, a la formación docente, las herramientas que las actuales exigencias sociales le reclaman, esto es, no sólo su formación disciplinar sino también categorías conceptuales básicas que permitan la comprensión de los procesos socioculturales, orientando la conexión entre el hacer y ser (identidad) como una construcción de neto corte social. No obstante, las normativas que acuerdan las pautas nacionales, presentan aspectos significativos de señalar. De ellos, nos parece particularmente central la desigual proporción en la formación disciplinar, respecto a la carga didáctico-pedagógico, inhabilitando profundizar, justamente, en los aspectos citados precedentemente.