El retorno a la democracia en Argentina estuvo signado por varios acontecimientos artístico-políticos que colocaron al cuerpo y a las relaciones interpersonales en primer plano, inscribiendo una nueva temporalidad en lo concerniente a las prácticas culturales. Esta tendencia que involucraba al cuerpo en escena y a la obra como acontecimiento, se multiplicó en diversas experiencias (teatro, rock, artes visuales) y alcanzó a la poesía, sobre todo en su envolvimiento con el teatro y la performance. Los alcances de las formas de la teatralidad sobre la literatura, específicamente las performances poéticas, formularon una forma de acción singular, en la cual la obra se anexó a formas de vida, búsquedas colectivas e interdisciplinarias. El espacio en el que tuvieron lugar formó parte de un recorte sobre el territorio: en discotecas o centros culturales, estas performances actuaron en una esfera paralela, disociada y renovadora de las instituciones culturales, inscripta, al menos temporariamente, como una paracultura o una contracultura. En esta ocasión, abordaré la producción que giró en torno a las performances poético-teatrales de Batato Barea y Emeterio Cerro, específicamente su vínculo marginal con el campo literario, y la formación de un circuito alternativo de poesía que denominaré, con los términos de Fernando Noy, como 'la consagración de lo obvio'.