Los años ’60 y ‘70 evidenciaron extendidos procesos de crítica social y activismo político. En gran medida, estos procesos llevaban el signo distintivo de la ruptura inter generacional y pertenecían, en un sentido profundo, a una juventud que, en esas décadas, desarrolló una identidad cultural autónoma y se constituyó como nuevo actor social, cultural y político. La radicalización política de la juventud se constituiría en objeto de preocupación e indagación en las ciencias sociales. La sociología de la época tendió a recortar este fenómeno en el espacio de lo universitario y lo político, con un interés centrado en el joven en tanto activista político-estudiantil. Este recorte, que hundía sus raíces en toda una tradición histórica y sería reforzado por la violencia política de las décadas siguientes, dejaba en las sombras de la historia la centralidad de procesos menos grandiosos pero también más profundos que, desde la posguerra, venían transformando el conjunto de las relaciones sociales y configuraban el espacio de emergencia de verdadera cultura juvenil de masas. En estos trabajos, había jóvenes estudiantes y jóvenes militantes pero no juventud. De hecho, la juventud como categoría y objeto de indagación científica en la Argentina sólo emergería a mediados de la década de los ochenta. Este trabajo propone una discusión sobre la emergencia del fenómeno juvenil en la Argentina a partir de la forma en que este fue percibido, construido y abordado por las Ciencias Sociales, en un camino que va desde el movimiento estudiantil hacia el movimiento juvenil.