A partir del contexto de institucionalización de la profesión docente, el maestro argentino surgió con el mandato de convertirse en vicario de los valores de la nación que coincidirían con los de la clase media en tanto constituían el simple correlato de la moral forjada por la élite liberal al poder entre finales del XIX y comienzos del XX (Garguin, 2009) El docente se erigió así como el mediador entre la civilización y la barbarie, y ese “ser medio” lo alejaba de los “desajustados” al proyecto de Nación y planteaba simultáneamente una distancia con la élite. Si bien los historiadores sostienen que la vinculación magisterio-sacerdocio colocó hasta los ’70 trabas a la autoimagen de los docentes como asalariados, sería interesente preguntarse qué papel cumplió su pertenencia social. Nuestra hipótesis es que estructuran su identidad -y sus demandas- como empleados estatales en base a la adscripción a la clase media que se sirvió del modelo vocacional y de apostolado pero que de ningún modo se reduce a éste. La prensa educativa de las primeras décadas del siglo pasado aportaría valiosos datos acerca de la posición social asumida por los maestros que constituyen un excelente ejemplo de los grupos que ocuparon el heterogéneo espacio entre la élite y los obreros. Pensamos que aunque la expresión “clase media” no fue de frecuente uso hasta mediados de siglo (Adamowsky, 2009), es aceptable discutir acerca de la falta de conciencia que existía de su presencia a través del conocimiento del discurso de los propios actores.