El ingreso a la cárcel de mujeres significa vivenciar el espacio de sujeción, control y opresión de la sociedad transformado en un espacio similar pero institucionalizado, en el que la “tecnología de género” adquiere otra concreción y tenacidad. A la desigualdad económica-social y de género se agrega la opresión del castigo social expresado “en las presas”. El espacio “cárcel” –recortado, definido- las ubica en la umbralidad de los márgenes los cuales precisan ser atravesados por el feminismo. Consecuentemente, es relevante descubrir sus prácticas cotidianas y percepciones configuradas en los entornos socio-familiares e institucionales. “La colonización del yo” se traduce en los efectos sobre sus cuerpos y modos relacionales. Adentrarnos a la cárcel es encontrarnos con una “la ley” que se erige cómoda y sutilmente sostenida por el patriarcado pero también con algunas mujeres que, a pesar de las dificultades, “hacen carne” el cuestionamiento crítico y transforman el hostigamiento en la creación de un nuevo mundo propio. Se generan micro-resistencias y micro-libertades las cuales son precisas reconocerlas, conocerlas y resignificarlas junto a ellas. Sondear estos mecanismos es hallar espacios intersticiales donde la mirada constante del panoptismo no logra alcanzar ¿Es posible escapar al “disciplinamiento del alma” en la prisión? La respuesta solo es posible encontrarla si nos animamos a hacernos la pregunta y si somos capaces de reconocer que desde profundos misterios