Frente a la crisis de los refugiados sirios, iraquíes, afganos, eritreos y tantos otros, de la mayor catástrofe humanitaria desde la II Guerra Mundial, que suman casi 6.000.000 de personas, Europa ha decidido no considerarlos como peticionarios de asilo de acuerdo a la Convención de Ginebra de 1951. El concepto de “refugiado” no se pensó después de la Segunda Guerra Mundial para que gente “no europea” entrara en el viejo continente. De hecho, actualmente Europa no tiene interés en acoger a nadie, aunque también hay un punto en que le interesa contar con inmigrantes “ilegales” y refugiados, dado que suponen mano de obra barata. Los convenios de Schengen (1995) y Dublín (1997) han neutralizado la libre circulación que antaño funcionaba entre el continente africano y Europa. ¿Basta con flexibilizar las reglas para que la dinámica de entrada y salida se recomponga y que el equilibrio sea alcanzado? ¿Es posible el cierre total de las fronteras? ¿Es posible construir un espacio económico europeo rico e integrador sin tener en cuenta la situación económica, política y demográfica del contexto regional extra europeo? ¿Qué camino adoptará Europa, el de la barbarie o el de la civilización?