En el marco de la reciente expansión de distintos discursos feministas se produce una consecuente resignificación de las prácticas, experiencias y representaciones de los cuerpos bio-políticamente asignados varón. Partiendo de una distinción entre moral (formulación universalizante del bien y el mal) y ética (formulación particular de lo bueno y lo malo) planteo que las nuevas masculinidades hegemónicas son el punto de anclaje de un deseo conciliador entre una moral que retoma lo “políticamente correcto” de ciertos discursos feministas y una ética que se sustenta en la expansión por nuevos medios de las potencias patriarcales. Entiendo que un quiebre posible de estas identidades se encuentra en los procesos de resignificación que se focalizan en dar lugar, en el terreno de disputa que son los cuerpos varón-cis-heterosexual, a la creación y difusión de técnicas de re-formateo sustentadas en una ética no patriarcal. En definitiva, técnicas que se orientan hacia el recorrido de los límites de lo que lo patriarcal puede decir en, mediante y para estos cuerpos; la peligrosa (por disolutiva) pero necesaria exploración de lo que podrían ser potencias no patriarcales y la búsqueda balbuceante de un deseo aún inefable para nuestros cuerpos.