El poeta, ensayista y diplomático carioca Ronald de Carvalho (1893-1935) estableció, en su corta trayectoria, puentes importantes entre Brasil e Hispanoamérica. Graduado en Derecho, desempeñó un papel importante en la Semana de Arte Moderna de 1922, en São Paulo. Como diplomático, sirvió en misiones en México, Perú, Cuba, Estados Unidos, y por un período más largo, en Francia. Publicó, entre otros, los libros «Toda a América» (poemas, 1926) e «Imagens do México» (1930). Miembro activo del movimiento modernista brasileño, Ronald —como se le conocía—, tenía sin embargo vínculos evidentes con concepciones más conservadoras. Cultivó el moderno sin sacrificar la tradición y tuvo en el nacionalismo un elemento unificador de sus preocupaciones estéticas, filosóficas y políticas. Al igual que muchos otros intelectuales de su tiempo, se preocupaba por el mimetismo de la producción cultural europea por artistas e intelectuales brasileños, buscando valorizar la «cultura brasileña auténtica», con una clara inclinación anti-liberal. En esta búsqueda del «auténtico», se volvió también a la producción cultural hispanoamericana, en la que percibía las mismas preocupaciones que las suyas, en la obra de diversos escritores y artistas. En su trayectoria y obra, sus vínculos con concepciones bergsonianas y orteguianas son evidentes. Aunque mucho menos visitado por la crítica que otros modernistas de Brasil, Ronald estuvo en el centro de las controversias políticas y artísticas de los años 20 y 30, y fue uno de los protagonistas de los círculos intelectuales de Río de Janeiro en la época. Tuvo rápido ascenso en el Ministerio de Relaciones Exteriores, alcanzando el puesto de ministro interino. En 1934, fue nombrado jefe de la Casa Civil de la Presidencia en el gobierno constitucional de Getúlio Vargas, cargo que ocupó durante menos de un año, debido a un accidente que le causó la muerte, con sólo 41 años. Pretendo, en esta ponencia, rescatar los contactos intelectuales y políticos de Ronald, además de discutir su papel de mediador cultural entre Brasil y otros países del continente. El latinoamericanismo cultivado por varios intelectuales brasileños vinculados a diferentes tendencias políticas y estéticas, en las primeras décadas del siglo XX, tenía con frecuencia inspiración arielista y vasconcelista. Muchos de estos intelectuales pensaron la «unidad latinoamericana» de una manera «esencialista» y cultivaron una visión «espiritualista» y idealizada de la América Ibérica. También fue con esos ojos que Ronald de Carvalho miró a América Latina.