Estamos condenados a ser nuestros propios diseñadores”. B. Groys sintetiza en esta frase la compulsión de una época que conmina a la producción permanente de uno mismo. En un primer nivel la acción de uno sobre uno mismo comprende la manifestación de un gusto y una elección. El desarrollo de las industrias del cuerpo tales como la gimnástica, la dietética y la cosmética, por un lado, y las tecnologías digitales de hiperconectividad como las nuevas redes sociales o Internet en general, por otro, evidencian en el sujeto la búsqueda cotidiana del diseño de su propia carne y de su propia imagen. Pero detrás del rostro visible del autodiseño opera una compleja voluntad de época que distingue a la exhibición, la acción y la participación como sus rasgos más característicos, y por la que la subjetividad permanece atravesada por una lógica imperceptible que, de conocerse en palabras el principio sobre el que actúa, diría lo siguiente: la imagen se revela como moneda de cambio en el reino de los cuerpos espectaculares. El objetivo de este trabajo será poner en relación estas formas del autodiseño con el diseño de nuevas subjetividades en el marco de una dinámica en la que convergen el capital, la cultura de masas y la técnica informática.