A lo largo de estos últimos años, los modos de hacer memoria han sido objeto de un importante debate que se ha abordado desde diferentes líneas interpretativas y tensionado a partir de la emergencia de nuevas miradas sobre el pasado reciente. En este contexto irrumpen una serie de producciones estéticas de hijos e hijas de desaparecidos que han puesto en el plano de lo sensible una nueva escena donde reinscribir el sentido de las marcas del horror. La dimensión imaginal de esta interpretación permite configurar una experiencia singular de la memoria, alejada de la instancia de la denuncia, habitada por el afecto y concentrada en interrogaciones generacionales sobre los familiares. Siguiendo las perspectivas de Didi-Huberman (1997, 2000) y Nelly Richard (2007) el presente trabajo propone un análisis de la memoria como imagen, concebida desde un sentido amplio, de los actos de ver que esta interpretación propone y de las formas en que los vestigios latentes de la pérdida también vuelcan su mirada sobre nosotros. Para ello, recurrimos a los filmes Los Rubios (Carri, 2004) y M (Prividera, 2007), y a las novelas La casa de los conejos (Alcoba, 2008) y Una muchacha muy bella (López, 2013).