A partir del registro arqueológico y la distinción que establece el neurofisiólogo Antonio Damasio entre organismos con cerebro y con mente se propone que el símbolo en tanto definitorio de lo humano responde a la necesidad de expresar de modo material emociones encontradas correspondientes con la emergencia de la corteza prefrontal exclusiva del Homo Sapiens. El análisis comparativo permite sostener que especies como el Homo Erectus y el Neardenthal muestran evidencia de de capacidad técnica, mientras que restos anatómicamente humanos se encontraron asociados con enterratorios. La manipulación de los cuerpos enterrados cuidadosamente se presenta como evidencia material para resolver emociones encontradas tales como el amor a la vida y el miedo que provocaba a la muerte de seres queridos. Tal Símbolo así entendido emerge asociado al cuerpo como su mediador privilegiado y vehículo para expresar tales emociones mediante la pintura corporal como la evidencia más temprana de aquellos ritos y mitos que buscaron proporcionar sentido a la existencia de todo grupo humano desde la más remota antigüedad.