En nuestro país, posterior a la crisis de 2001, cobraron visibilidad proyectos de promoción de distintas disciplinas artísticas en zonas sociodemográficas de pobreza. Experiencias, principalmente para jóvenes, que lograron establecerse y perdurar en diferentes barrios, con productos que se exhiben en circuitos de consumo cultural. Bajo este marco, hemos explorado tres experiencias artísticas de jóvenes en barrios populares del conurbano bonaerense, observando cómo se establecen los vínculos y cuáles son los alcances de ciertas prácticas culturales, y cómo incide en su inclusión social. Talleres de cine, fotografía, orquestas juveniles, son ejemplos que se multiplican en territorio y que intentan, a través de dichas expresiones, instituir espacios que incentiven la capacidad creativa en pos de conformar sujetos activos hacedores de cultura. En detrimento a cierta mirada mass media que ubica al joven –especialmente al pobre- como contenedor y reproductor de los males de la sociedad actual, se ha indagado cómo se fomenta su capacidad productora y constructora, al tiempo que se fortalecen proyectos de vida y la relación con sus pares. Lejos de los análisis usa-no usa, o de percibirlos como consumidores de recepción pasiva, observamos su reposicionamiento, el proceso mismo de aprendizaje y la construcción de identidad.