A lo largo de la historia, Argentina ha sido un país receptor de migraciones en diversas oleadas. A partir de cada una de estas y desde las diferentes instituciones, se abren las condiciones de posibilidad de implementar estrategias de relación entre nativos y migrantes; construyendo al interior de ellas representaciones sociales acerca del otro. El objetivo que persigue el presente escrito es realizar una lectura en conjunto de los discursos y las representaciones producidas en el marco de la institución educativa y de la institución judicial. La escuela constituye uno de los ámbitos principales de socialización de los sujetos; mientras que la Justicia es la que demarca la línea que separa “lo normal” de “lo desviado”. Las representaciones sociales constituyen actos de clasificación. El sólo hecho de ordenar el mundo en el que vivimos supone una jerarquía, en el cual relaciones de poder entran en juego, es decir, las clasificaciones son un producto socio-histórico de múltiples enfrentamientos. En el sistema educativo emergen discursos que colocan al migrante como chivo expiatorio de las consecuencias del desmantelamiento del Estado de Bienestar, atribuyéndole una identidad negativa. En el campo judicial, predominan representaciones cargadas de prejuicio, colocando a un determinado grupo migratorio en asociación directa con un tipo de particular de ilegalismo. Si bien surgen diferencias entre cada uno de los grupos migratorios, se los homogeneiza en una categoría colectiva. Entonces nos interrogamos ¿acaso esto no corrobora que la definición de la desviación se produzca actualmente hacia los grupos más que hacia los individuos?