En contraste con la confrontación bipolar que caracterizó las confrontaciones armadas hasta la primera mitad del siglo XX, en el actual conflicto colombiano se pueden identificar actores organizados con fines y estrategias para el logro de sus objetivos, como las guerrillas, los paramilitares, los narcotraficantes y, junto a ellos, otros agentes que desarrollan una violencia desorganizada asociada con la violencia social y cotidiana. Esta última facilita y amplía la violencia organizada gracias a los entrecruzamientos que se dan entre una y otra. De este modo, en Colombia, cada vez se hace más difícil establecer fronteras claras entre la violencia política y aquella que no lo es. Estas complejidades de la realidad colombiana, han llevado a muchos estudiosos del fenómeno a negar el carácter político y social de la confrontación interna: de tal modo que nociones como “guerra sin política”, “degradación del conflicto”, “guerra contra la población civil” son utilizadas por sus analistas para caracterizar el actual conflicto armado. Sin negar las transformaciones reales que éste ha sufrido en el último período, mi interés en esta ponencia es señalar como la guerra que vive hoy el país, mantiene un carácter eminentemente político y, a partir de esta definición, delinear el nuevo horizonte que se ha abierto con los diálogos de paz entre el Estado colombiano y la guerrilla de las FARC.