La migración judía a la Argentina se dio en la segunda mitad del siglo XIX en pleno proceso de construcción del Estado-Nación. Las y los jóvenes que hoy participan en el movimiento judío conservador/masortí en los Departamentos de Juventud desarrollando la educación no formal en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires son segunda o tercera generación de hijos de inmigrantes. Si bien podría darse por sentado que los más viejos fueron los transmisores del judaísmo a los más jóvenes, en el caso puntual de esta juventud pudo notarse una diversidad de formas de transmisión del judaísmo masortí que no se dio exclusivamente por medio de una herencia generacional. El hecho de haberse insertado en una “comunidad” masortí implicó incorporar un conjunto de conceptos, categorías y roles que permitieron construir una identidad, como el de madrij (líder) o en términos sociológicos de ‘emprendedor moral’, percibiéndose a sí misma como la transmisora del judaísmo hacia su organización, hacia los más pequeños, intrageneracionalmente y hacia el mundo adulto (padres y abuelos). Este artículo tiene como objetivo analizar las percepciones que tienen las y los educadores no formales sobre sí mismos en tanto transmisores y los modos en que transmiten el judaísmo a sus educandos, a sus discípulos, a su “comunidad” y a su familia.