La ponencia que aquí presentamos aborda la interpelación efectuada por The Buenos Aires Herald al sindicalismo durante la transición a la presente democracia. Para ello, hemos examinado los editoriales dedicados a ese actor político entre el fin de la guerra de Malvinas (14/6/82) y las elecciones generales del 30 de octubre de 1983. Este matutino, con sus colegas gráficos, había contribuido con la construcción periodística del golpe cívico-militar de 1976 pues apoyaba los postulados procesistas de restauración del “orden social”, en cuya “pérdida” le adjudicaba al sindicalismo una responsabilidad decisiva. En efecto, el Herald estimaba que la gestión de Isabel Martínez había sufrido una operación de pinzas por parte del sindicalismo pues le adjudicaba a la cúpula de la CGT excesiva injerencia en el gobierno, al tiempo que denunciaba la desestabilización por parte de las comisiones internas fabriles catalogándolas de “terrorismo industrial”. De allí que después del golpe elogiara la decisión de la dictadura de modificar la ley de Asociaciones Profesionales pues consideraba que terminaría con el corporativismo sindical, así como también objetara la conducta de los dirigentes que se resistían a aceptar las consecuencias del plan económico convocando a medidas de fuerza que calificaba como “políticas”. En esta temática puede decirse que se confirma el comportamiento “pendular” del diario pues, ha diferencia de las duras críticas esgrimidas ante la formación de la empresa Papel Prensa S.A. que asoció al Estado terrorista con los diarios La Nación, La Razón y Clarín, el mantenimiento de la censura a pesar de haber anunciado el aniquilamiento de las organizaciones armadas y las violaciones a los derechos humanos, respecto al gremialismo estrechó filas junto a la dictadura. Durante la transición democrática manifestando una particular preocupación por explorar el comportamiento del sindicalismo local poniendo especial empeño en el derrotero asumido por las dos centrales obreras que agrupaban a la mayoría de los sindicatos: la CGT Azopardo liderada por Jorge Triacca y la CGT Brasil conducida por Saúl Ubaldini. En ese sentido, su desvelo radicaba en el perjuicio que podrían acarrearle a la transición democrática las distintas medidas de fuerza ejecutadas por ambas centrales, al tiempo que también señalizaba como una espada de Damocles para la institucionalidad la posible existencia de un pacto sindical-militar.