El estudio de los rituales expuestos en las tumbas privadas datadas en la dinastía 18 habilita interpretar las prácticas sociales egipcias. La decoración de los muros de los sepulcros expresa el proceso ritual del hombre egipcio quien se sentía siempre en camino por lo que el espacio funerario se convierte, entonces, en el escenario de un eterno peregrinaje hacia la vida eterna. La aplicación de la metodología iconológica nos permite interpretar las prácticas sociales del imperio egipcio en relación con las ofrendas funerarias y el culto a los muertos en general. En este proceso de reconocimiento intervienen diferentes factores que permiten afirmar que la determinación de qué está codificado y qué no en las imágenes es muy difícil de establecer, sin embargo, todas las imágenes tienen elementos codificados aunque no todo está codificado en las imágenes. Sí resulta imprescindible conocer los patrones resolutivos plásticos de cada cultura y en cada momento histórico en particular para interpretar ese mensaje expuesto y la intencionalidad de la comunidad a partir de ello. Si entendemos una tumba como un espacio que sintetiza las relaciones sociales, podemos asumir que la ‘fuerza emocional’ que se manifiesta en el momento del entierro del difunto deriva de una instancia de ruptura en el ciclo vital. Para conjurar ese quiebre la tumba está provista de un equipamiento cuyo propósito es procurar la regeneración de la vida aún después de la muerte física. En este sentido, la estructura funeraria adquiere significado a partir de las prácticas de carácter ritual que se desarrollan en su interior, por lo que el problema del sentido de las prácticas rituales reside, entonces, en la propia acción, además del simbolismo expuesto a partir de la decoración funeraria. Frente a esto nos proponemos abordar las prácticas rituales expuestas en las paredes de las tumbas tebanas de fines de la dinastía 18, con el objeto de desentrañar el sentido de las mismas en relación con el momento histórico de gran importancia que constituye la transición posamarniana. Proponemos un abordaje integral de la epigrafía del monumento funerario a partir de lo que Jan Assmann (2003) denomina ‘las imágenes de la muerte’ y consideramos que si bien la muerte significa un momento de aislamiento social, la tumba se compone de un equipamiento que propicia el advenimiento de una nueva vida y una reintegración al circuito de interacciones sociales.