A lo largo de los últimos años hemos estudiado el corpus heurístico de Gregorio Magno (obispo de Roma entre el 590 y el 604) con el fin de analizar la situación de los judíos en el período. La propia naturaleza de la evidencia nos llevó a establecer una taxonomía entre dos tipos de acercamiento: la investigación de los judíos históricos por una parte, y la de los judíos hermenéuticos, por otra. En cuanto a los judíos históricos, son 26 epístolas del Registrum epistularum las que proveen una valiosa cuantía de información no solo sobre los vínculos entre judíos y cristianos, sino también sobre aspectos internos de las comunidades judías como ser las actividades económicas desarrolladas por los hebreos, las relaciones entre colectivos judíos distantes entre sí o, incluso, la onomástica utilizada por los hombres de la religión de Moisés en el período. Por otra parte, el estudio del Registrum permite, a su vez, investigar las acciones emprendidas por Gregorio Magno en relación a los judíos, así como también el potencial impacto de tales políticas en el futuro derrotero de las comunidades judías. Por último, no menos importante, el epistolario habilita la observación, también, de la praxis de otros obispos de sedes de menor importancia, la cual, en muchos casos, no se condecía con la actitud sugerida desde el Papado, demostrando la diversidad de políticas, frente al judaísmo, que existía en el período. La investigación fue complementada con aportes de la epigrafía y la arqueología. Respecto de los judíos hermenéuticos, término asentado en sendas propuestas de Gilbert Dahan y Jeremy Cohen, la aproximación es diferente. A partir de tal estudio, no es posible conocer a los judíos en sí, sino a la imagen forjada en el entramado discursivo gregoriano sobre ellos. Se trata de la utilización, por parte de Gregorio Magno, de topoi sobre los hebreos a lo largo de sus homilías y tratados. La investigación suscitó, a su vez, la incursión en el debate sobre las razones de la literatura aduersus Iudaeos desde sus orígenes hasta el Medioevo, con el fin de intentar clarificar si esta era generada por estímulos provenientes del ámbito social o si representaba un desarrollo endógeno a la teología cristiana, más allá de la situación efectiva de la relación entre judíos y cristianos. La prolífica obra del denominado Consul Dei en su epitafio, se reveló como una plataforma adecuada para tal análisis, sobre todo gracias al contraste con el Registrum, el cual pone en evidencia la existencia de colectivos judíos con llegada al pontífice.