El legado cultural egipcio y la riqueza subjetiva que los estudios interdisciplinarios han recuperado, permiten esbozar interpretaciones desde múltiples perspectivas en referencia a una heterogeneidad de prácticas y representaciones. La muerte como componente de la vida pero más aun como construcción social, fue el objeto de consagración de una vastedad de rituales y manifestaciones desde la realeza y el poder estatal, hasta las ofrendas, bienes simbólicos y tiempos sagrados. La Bella Fiesta del Valle como pervivencia del ser, como triunfo sobre la intrascendencia, recreaba una cosmogonía tendiente a dirimir el eterno y constante debate entre el caos y el equilibrio. Como ritual regenerador de la vida, el espacio socioreligioso construido desde Karnark hasta Deir el Bahari puede ofrecer evidencias concretas de esa manifestación sagrada. Como elemento rector del presente trabajo es sumamente lícito postular que el aspecto cultural consiste en la construcción de una memoria cultural que marca su impronta en nuestros recuerdos, experiencias y experiencias individuales y las integra en horizontes y perspectivas que incluyen espacios milenarios situados, llegado el caso, en el Más Allá (ASSMANN, 2001). La memoria cultural escenificada en la construcción de contraimágenes de la muerte, expone rasgos imbricados de una textualidad polítco-religiosa en un discurso tendiente a exaltar la connivencia divina y el favor de los dioses para el acceso hacia la otra vida. El espacio sagrado egipcio constituido por las obras monumentales como así también por las ceremonias rituales, ofrendas y vías procesionales, conforman un conjunto simétrico de organización cósmica que remite al maat, es decir, a una armonía universal de justicia y equilibrio que debe preservarse en detrimento de un momento iniciático de caos, el Noun, en donde se encuentran las fuerzas primordiales de la creación. El ritual forma parte del triángulo egipcio en donde se relaciona el derecho -cosmos moral y político- y el culto sacrificial -cosmos religioso- (ASSMANN, 2008:55-58). Así, el tiempo sagrado y el rito se yuxtaponen para dotar de un sentido amplio y simbólico al equilibrio del universo egipcio. En este sentido, los mecanismos de dominación estatal se encuentran al servicio de los poderes divinos no solo con el mero objetivo de reproducir y legitimar el poder y la jerarquización social sino también como forma de profundizar los componentes de lucha frente a la muerte y al triunfo de la vida en el mundo de los seres trascendentes. Para identificar todos aquellos elementos simbólicos y representativos del entramado de la Fiesta del Valle se recurrirá al abordaje de la iconografía presente en tumbas reales y privadas del Reino Nuevo, ofreciendo una interpretación histórico-cultural en base a categorías analíticas interdisciplinarias.