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El Nazismo y la religiosidad. Relaciones y pugnas por el poder
Maria Luz Longo.
XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.
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Resumen
El fascismo, y más específicamente el Nazismo, constituye un proceso histórico impresionante por donde lo miremos. Su desarrollo a través de los años, desde su surgimiento hasta su caída, llevó hasta los límites sus principios fundacionales, aquellos que los colocaron en el poder. Si bien su devenir económico, político, social, cultural, ideológico, etcétera, ha dado como resultado una incontable bibliografía respecto a este proceso tan complejo de la Historia Contemporánea, en el presente estudio me centraré en la relación entre el Tercer Reich y las iglesias, tanto católica como protestante, para intentar vislumbrar, acotadamente, como se llevaba a cabo dicha relación. El nacionalismo extremo fue la base de los fascismos, y los movimientos nacionales reflejaban con mucha sensibilidad lo que los separaba uno de otro de forma institucional, cultural, social y espiritual y ello trajo consigo muchas variantes nacionales, entre ellas el fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán y el falangismo español. Uno de los valores de más importancia en la modernidad es la idea de nación cultural, porque evoca el sentido religioso secularizado de la comunidad y el cual los diferentes grupos sociales, en los que se encuentra incluido el Estado, trataran de apropiárselo. En los países donde salió victorioso políticamente, el fascismo llevó a cabo políticas extremas de construcción de la nación, en pos de crear una homogeneidad nacional que consideraban necesaria para mantener a las masas en concordancia con las ideas míticas y hasta místicas de la nación. La creación y fortalecimiento de mitos y símbolos de la comunidad nacional le servia al fascismo para desdibujar la distinción entre las esferas publica y privada. El fascismo, basado en una combinación de terror y consenso, insistía en la participación de las masas en cultos que generaran un sentido de pertenencia a la nación y que permitieran a los individuos sentir que participaban de los intereses de la nación. En el caso de la Alemania Nazi, es en este punto donde puede vislumbrarse el campo de competencia con las iglesias, tanto católica como protestante. Este ámbito de lo simbólico y lo mítico fue tan importante y central en la emergencia del régimen nazi, y de los principios que lo erigían, que llevó a entablar una relación muy áspera con los dirigentes eclesiásticos y con el bajo clero. ¿Qué función se le pretendía dar a la religión, católica o protestaste, aquel culto a Dios, en un sistema que creaba un misticismo prácticamente paralelo pero alrededor de la idea de Nación y de su líder? Las iglesias y la religión en sí constituyeron un obstáculo para ese sentido de pertenencia que se procuraba crear.
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