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La “edad de oro” de SOMISA a través de la voz de sus directivos. Un análisis de las memorias de la empresa, 1961-1975
Mussi y Emiliano.
XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza, 2013.
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Resumen
En el contexto de la segunda post-guerra, y frente a la necesidad de impulsar un desarrollo industrial cada vez más intenso, el Estado argentino tomó en sus manos la producción directa de mercancías. Así se concretó el proyecto de crear una siderurgia integrada que pudiera producir productos siderúrgicos semielaborados, y venderlos en el mercado interno a precios diferenciales. En 1961 comenzó a producir la Sociedad Mixta de Siderurgia Argentina (SOMISA). El impulso de crearla tenía larga data. Venía de la mano del Ejército, en especial de Fabricaciones Militares, dirigido por el General Savio. Sin embargo, por problemas de financiamiento, fue el desarrollismo a través de Frondizi, quien puso en funcionamiento la empresa. La puesta en marcha del primer Alto Horno vino a cubrir el viejo anhelo de fabricar acero propio, y poder aliviar las importaciones de productos semielaborados, que tenían un déficit permanente en la balanza comercial. En este punto SOMISA tuvo un éxito rotundo. Antes de que finalice la década, la empresa abastecía a más del 90% del mercado interno. Al mismo tiempo, SOMISA logró darle un impulso a la producción manufacturera nacional. Al contar con el monopolio de la producción de aceros planos, tenía como clientes a toda la rama automotriz, la rama de la construcción y a todo el sector metalmecánico, quienes se veían favorecidos por la chapa barata que compraban. Al ser un capital de propiedad estatal, SOMISA estaba liberado de la necesidad de valorizarse, y por lo tanto podía vender sus mercancías por debajo del precio necesario para cubrir sus costos. Había una transferencia directa de riqueza a todos los que compraran los aceros, ya que si hubieran sido producidos por una empresa privada, tendrían que haber pagado un precio mayor, perdiendo la ventaja que les daba el Estado. Esta transferencia no perdía su vigencia en la medida en que SOMISA, al mismo tiempo que vendía por debajo de sus costos, también lo hacía por encima del precio internacional, dada la baja productividad mundial con la que producía. Esto generaba una situación en la que alentaba de manera directa la producción industrial, pero al mismo tiempo le imprimía un sello de altos costos en la comparación internacional. Más allá de esto, durante este período SOMISA cumplió el rol que se había propuesto: impulsar el desarrollo industrial. Este objetivo comenzó a entrar en crisis a partir de 1975, cuando capitales privados como SIDERCA y ACINDAR lograron incorporar tecnología de punta, integrando su proceso productivo. Se pasó de una situación de complementación a una de competencia con SOMISA, disputándole parte de su mercado. En este trabajo nos proponemos reconstruir aquella “edad de oro” de SOMISA a partir de las Memorias de la empresa.
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